domingo, 19 de noviembre de 2006

Relaciones esporádicas

Paso por la puerta que pone "no pasar", me cruzo a un cirujano vestido de verde el pasillo, con mascarilla verde, con ojos de bisturí, medio calvo, padre de una hija, seguro, eso se nota. Pasó otra puerta. Me esperaban.

- Hola, te estábamos esperando, siéntate en el sillón de la otra sala, ahora mismo vamos.

Miro el corcho, hay listas con nombres, las guardias de los médicos. En las listas de la habitación sólo hay nombres de hombres; en la sala sólo hay mujeres. En la habitación de al lado hay un sillón negro de cuero de mentira. Me siento. Está muy blando. Oigo a la mujer de la otra sala. "Dónde está la de las prácticas... Joder...". La ventana que tengo a la izquierda tiene los bordes del cristal sucios, y muy muy cerca del marco hay moho. Da a un patio interior. Las paredes de los patios interiores no se cuidan por que no se ven. Todas desconchadas. El blanco original que se mantiene tiende a mimetizarse con el gris que está destinado a tapar, y hay zonas donde resulta difícil apreciar los contrastes. De fondo hay algunas montañas sin nieve y si uno está atento es posible que vea pasar algún pájaro negro, de los que no se ven en la ciudad.

Entra. Es muy guapa.

- Hola...

Es muy tímida. Yo no. Estar en ayunas por obligación me pone de buen humor.

- Hola. Vienes a sacarme sangre ¿a qué si?

Sonríe.

- Sí.
- Pues te aviso que soy un tío difícil.

Vuelve a sonreír. Me remanga mi brazo izquierdo. Lo siento como si me desnudase. Saca una goma larga y verde del bolsillo derecho de la bata, usada, seguro. La saca como quién desenfunda un rifle desgastado con el que ya ha matado a varios enemigos y que se nota que es el suyo, que le tiene cariño, que confía, y que probablemente tenga un nombre propio y seguro que más de una anécdota. La bata, también vieja y casi desconchada como las paredes, tiene un escudo bordado burdamente: "Universidad Alfonso X El Sabio". Intento recordar qué frase venía después... era una frase de esas como las de los anuncios: "BMW. ¿Te gusta conducir?". Del estilo. "Universidad Alfonso X El Sabio. ¿Te gusta desangrar?". Es un razonamiento lamentable, pero me hace sonreír. Ella está un poco nerviosa, mucho más que yo. No quiero pensar cuantas veces más ha hecho lo que está apunto de hacer. Hace un nudo en la goma y lo aprieta alrededor de mi bíceps entrenado sin demasiada decisión. Se arrodilla. Yo extiendo dócilmente el brazo y ella acaricia la zona donde pretende encontrar la vena. Pero no aparece. Si no termina rápido vendrá la mujer de la otra sala y acabará haciéndolo ella. Sé que tiene que apretarme más fuerte, pero no quiero decírselo de forma que pueda interpretar que estoy diciéndole cómo tiene que hacer su trabajo. Hago lo posible.

- Ya te dije que era difícil... Creo que estaba haciendo un poco de fuerza con el brazo cuando me has atado la goma- miento- y ahora que lo he relajado ha quedado un poco suelta. Aprieta sin miedo...

Se incorpora lentamente. Tiene que volver a desnudarme y ahora si aprieta de verdad.

- A ver ahora...

Noto la sangre agolpándose. Ahora si. Estiro todo lo que puedo y ahí está, tímidamente azul tras la pie delicada y parcialmente translúcida. Ella sostiene una especie de aparatito: una aguja conectada a una pieza de plástico con forma de mariposa de la que sale, por el otro extremo, un tubito flexible que termina en un conector transparente también de plástico, pero este más duro. Vuelve a acariciarme. Tiene el pelo liso y castaño. Cortado a capas. Mechas rubias que aparecen aparentemente al azar. Las puntas terminan a alturas diferentes. Todo muy elaborado. Parece el peinado de una peluquera que se corta el pelo así misma. Desde aquí es vulnerable. Le veo la raíz, pero bueno, está apunto de perforarme una vena, algún derecho tengo que tener. Lo hace sorprendentemente bien. Miro atentamente. Está contenta y acoge en los labios una muestra de satisfacción por el trabajo bien hecho. Del bolsillo saca tres botes: uno pequeño y gordote, otro largísimo y muy fino, y uno que es un término medio, uno diríamos normal. Por ese orden los va colocando en el conector de plástico del que nace el tubito que va a la mariposa que ha introducido en mi su aguijón metálico sin que yo me dé cuenta. La sangre sale sola, casi como si mi cuerpo la ofreciese generosamente. Es más oscura de lo que yo pensaba. Y también más líquida. Parece una infusión de algo dulce. Yo siempre imaginé que esto lo hacían con una jeringa. Me sorprende.

- ¿Cómo funciona esto? ¿Los botes están como al vacío y por eso sale la sangre no?
- Si, así no tenemos que usar la jeringa.

Engancha el segundo bote.

- Ya acabamos
- ¡Qué pena!

Sonríe otra vez. Creo que le caigo bien. Sin dejar de mirar muy atentamente el aguijón y todavía con la sonrisa dice :

- ¿Te gusta que te saquen sangre?
- No sé. Antes me daba un poco de miedo. Una vez de pequeño me mareé y luego me tuvieron que dar azúcar. Pero eso fue hace mucho. Esta es la primera vez que miro. Con los años me he convertido en un tipo muy curioso. Se me ocurren un montón de preguntas constantemente.
- ¿Como cuales?
- No sé. No me has dicho tu nombre todavía. Si no fuese por tu bata, no te hubiese dejado apretarme tan fuerte.
- Me llamo Andrea.
- Y estás harta de que la mujer esa de la otra sala no se aprenda tu nombre.
- Si. Pero qué le vamos a hacer. Bueno esto ya está.
- ¿Ya?
- Sí. Aguántate este pedacito de algodón ahi un ratito y mantén el brazo estirado para que no te duela después al doblar.
- Eso haré. Oye... que gracias.
- De nada hombre.

Salgo de la sala y entro en la otra. La mujer me mira por encima de las gafas y me dice adiós. Me despido y ando por el pasillo. Otra vez el médico padre de una hija. Me mira de arriba abajo. El brazo atentamente. Como si fuese yo tonto. Claro, eso encaja con que entrase por una puerta prohibida impunemente: soy tonto.

- ¿Análisis?
- Si
- ¿Y por qué vas con el brazo estirado?
- Por que me han dicho que si no luego me va a doler al doblar.
- ¿Quién te ha dicho eso?
- La chica que me ha sacado sangre
- Pues no. Dóblalo, por que si no si que va a dolerte.
- Vale.

Lo dije sin mucha convicción.

Aun duele un poco.

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