jueves, 23 de noviembre de 2006

Confesiones (4ª parte)

- Si.

Claro que lo comprendía, era muy fácil para mí comprender todo aquello. Ella también había estado en todo. Me pasó lo mismo.

- Claro que te entiendo. A mi me ha pasado algo parecido. Al principio, te eché muchísimo de menos y luego, muy progresivamente, muy poco a poco, como el que se cura de una enfermedad grave, fui necesitándote menos. Por eso tampoco te llamé ni te escribí tanto como me pedía el cuerpo, tenía que acostumbrarme rápido a tu ausencia, contactar contigo era un lujo me concedía muy de vez en cuando y sabiendo lo que arriesgaba. Me hice fuerte y casi sin querer empecé a culparte de que todo me saliese mal. No me concentraba del todo en nada, no podía dejar la mente en blanco. No llegué a empezar nunca una relación seria, me sentía un farsante estando con otras. Alguna noche me dejé llevar, pero sólo eso. Estabas ahí, en mi vida, y no podía sacarte del todo. Recuerdo el día que hizo un año que te fuiste. Pasaba frete a tu casa y veía otras cortinas, otras personas, otro coche en la puerta… No sé, ese día también yo lo pasé bastante mal y también bebí, aunque no acabé en la cama con nadie. Supongo que por que nadie quiso engañarme. – sonreí para subrayar que lo decía en broma, quería que se diese cuenta de que no importaba que hubiese dicho aquello; sonreí como una señal, pero no sé si lo captó así - Fue una de esas noches en las que uno no sabe qué va a ser capaz de hacer. Yo acabé solo. Completamente solo, como siempre. Me fui distanciando un poco de todo. Seguía manteniendo mis amistades de siempre, pero ya no formaba parte de los grupos, no estaba en todo como antes. Había días que salía con ellos y se pasaban la noche contando anécdotas de la noche anterior, y como no había estad,o me perdía. Me fui despegando del mundo, casi sin querer. Pasaron los años y yo cada vez era más introvertido y menos sociable, y eso no ayudaba a que conociese gente. No quiero decir que el hecho de que te fueses provocase todo eso. No, con el tiempo me he dado cuenta de que no es así, y por eso dejé de culparte. Yo tiendo a la soledad por naturaleza, al desarraigo, a la no pertenencia; que te fueses me dejó en mi estado natural: solo. – Yo no tenía cara de que todo aquello fuese algo del pasado, yo sabía que seguía siendo así y que me había ocurrido a mi. Hice una pausa y desistí de terminarme el resto del café, ya muy frío -. Mis amigos - contunué con esfuerzo- fueron teniendo novias, incluso los más estúpidos. En el fondo les envidiaba, me jodía verles tan contentos, tan acompañados, a esos que yo no creía que valiesen nada, que no sabían nada ni se interesaban por nada, que no eran capaces de mantener una conversación interesante durante más de 30 minutos. Tú no dabas señales de vida y hubo un tiempo en que me hundí y decidí, como tú, que tenía que olvidarte. Y creí haberlo conseguido. Mi problema con las relaciones se fue atenuando un poco, de hecho tuve algo parecido a una relación en un par de ocasiones, y hace una semana me dejaron caer que una chica de clase del año pasado estaba interesada por mi. Yo me he dejado querer, pero he sido incapaz de devolver ese amor. Les daba cariño, respeto… y poco más. Conseguir eso de mí ya era mucho. – Me estaba desviando del tema. En realidad no sabía cómo había llegado a este punto. intenté responder a su pregunta–. Comprendo que te haya dolido. Nunca pensé que fueses a regresar tan pronto. Que estés aquí para quedarte es algo que me cuesta asimilar. Realmente me acostumbré a tenerte lejos. –volví a hacer una pausa. Cambié la expresión triste por una más resualta, con un tono un poco más enérgico - En cuanto a lo de la agenda del móvil… te borré. No estabas, de haber estado te hubiese llamado cada vez que estuviese borracho. – Aquello era tan cierto y tan triste que me sorprendió soltarlo así, como si nada. Me quedé un momento en silencio y tuve la sensación de que ella iba a intervenir, pero no lo hizo – Tenía miedo de aprenderme tu número de memoria, así que cuando te llamaba no miraba las teclas para no memorizar. Era absurdo- dije riéndome-, miraba el número y una parte de mi cerebro fotografiaba el post it para retenerlo y la otra luchaba por sólo almacenar los numeritos de tres en tres, cerrar los párpados rápido y marcarlos sin mirar en el teléfono. – Lo recordaba como si estuviese viéndolo – Que triste. – Realmente me lo parecía.- Recuerdo que un día vino tu padre a casa, había bajado a Madrid por algo de trabajo y el mio le invitó a comer. Me preguntó por mi vida y yo a él por la suya. Cuando le pregunté por ti me dijo que te había ofrecido venir, pero que tú habías preferido quedarte. – Me quedé en silencio. – Podrías haber venido, ¿no?
- No quería hacerme daño.
- Creí que era estar lejos de mi lo que te hacía daño.
- Si, pero entonces no estaba preparada para venir, estar contigo, pasarlo genial, confirmar todo lo que pensaba que era cierto y llevaba ya años ocultándome y luego tener que volver a marcharme.
- ¡Ah! Entonces no, pero resulta que el verano que quedamos fue maravilloso. – nada tenía sentido – Pues perdona, pero no lo entiendo.
- Eso fue diferente.
- ¿Ah si? ¿En qué? ¿En qué fue diferente?- le dije mirándola, ahora si, a los ojos - Nos vimos ¿no es eso? Y también entonces tuvimos que despedirnos ¿o no?. Eso solo fue unos meses después, ¿tanto había cambiado la cosa?
- Aquello no lo planeábamos -dijo intentando justificarse-. Coincidimos: tú estabas allí y yo también. No tuve tiempo de ponerme a reflexionar sobre los pros y contras de verte. Era una ciudad neutral, que ninguno conocía y a la que habíamos llegado medio por casualidad. Sólo íbamos a estar allí un día los dos a la vez. No tenía que ver tu casa, ni la mía, ni a la gente de allí, ni el parque, ni nada. Sólo a ti. No me hubiera perdonado no verte.
- No te lo hubieras perdonado entonces pero sin embargo tu padre estuvo bajando a Madrid cada 3 meses durante años y nunca, nunca viniste con él. Eso también me lo dijo, que bajaba cada tres meses, que ya vendrías la próxima vez. Supongo que me lo dijo al ver como se me caía el alma a los pies cuando me dijo que no habías querido venir. Que no estabas ahí sentada a mi lado clavándome la mirada, básicamente, por que no querías ¿Crees que no contaba los meses? Bajó en Febrero y yo pensé que en Mayo o así tendría que regresar, y luego, quizás a principios de Septiembre… acabé perdiendo la cuenta. Ya no vino más a casa. A veces, cuando venía, mi padre y él se veían y tomaban unas copas, pero también fueron perdiendo el contacto. Dejó de venir. De hecho mi padre acabó preguntándome si yo lo mantenía contigo y cuando no lo negaba en rotundo, aprovechaba para preguntarme tu padre, que si estaba bien. ¿Cómo iba yo a saberlo? Le decía que si, que muy bien, y ya está.
- Lo siento, siento no haber bajado.
- Es que no es que lo sientas o no lo sientas. Es simplemente que las cosas no cuadran, que no me puedes decir que me echaste de menos con todas tus fuerzas, que arruiné tus relaciones, decirme que fue maravilloso verme y luego reconocer que no quisiste bajar nunca. No dudo que ahora lo sientas, pero es que ahora es muy fácil sentirlo: ahora estás aquí.
- No hace falta que me comprendas...
- ¡Claro que hace falta! - dije sin que ella terminase la frase-. A mi si me hace falta.
- Escucha... - susurró acariciándome la mano - sé que no tiene mucho sentido, yo tampoco sé explicarme. Solo quiero que lo olvides, que pienses en ahora, en que estamos juntos otra vez y todo puede volver a ser como debería haber sido. ¿Qué más da ya el pasad? Ahora podemos empezar ahora lo que no pudimos empezar entonces.
- Ahora los dos somos personas diferentes Laura. Ya no tenemos 15 años. Somos distintos.

Ella se quedó callada.

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