miércoles, 22 de noviembre de 2006

Confesiones (3ª parte)

Ahora estaba delante de mi, encendiendo el segundo cigarrillo.

- Yo sé que no vas a pegarte un tiro
- ¿Cómo estás tan segura?
- Sé que eres un chico de palabra, que puedo confiar en ti. Una vez me dijiste que siempre ibas a estar aquí, y muerto no me vale, así que para cumplir tu promesa tienes que mantenerte con vida.

Me quedé callado por que no sabía bien hasta que punto estaba diciendo aquello en serio. Me conocía lo suficiente como para saber que yo no decía en serio lo de pegarme un tiro, pero tampoco era propio de ella bromear sobre las tentaciones suicidas, por fugaces que fuesen, de alguien como yo. Y menos con esa prepotencia, como si lo único que me aferrase definitivamente a la vida fuese aquella promesa.

- De eso hace ya mucho
- ¿Te arrepientes de haberme prometido algo que ahora no te ves capaz de cumplir?

Tenía la sensación de que aquella conversación se me estaba escapando de las manos, ella la controlaba por completo, su agresividad le había dado las riendas. Ahora era ella la que evitaba mirarme. Estaba tensa, enfadada.

- Todo el mundo hace promesas que luego no cumple. Pasa constantemente. Además, tú ya no me necesitas como antes; – ahora igualé su agresividad, no me gustaba nada estar a su merced – de lo que había antes queda muy poco. Recuerdos, eso es todo. Tú has hecho tu vida fuera de esta ciudad, es lo que tenías que hacer. Yo he intentado hacer lo mismo, hacer mi vida aquí, aunque no me ha salido muy bien, no sé si contigo cerca hubiese sido distinto, es algo que no voy a poder saber nunca, por eso no lo pienso.
- Procuras no pensar en muchas cosas ¿no crees?
- ¿Se puede saber qué te pasa? De repente te has puesto muy agresiva.

Fumó.

- Nada.

Yo me callé, claro. Sabía que después de ese “nada” venía todo lo demás, como un complemento. En realidad lo estaba estructurando todo, estaba buscando las palabras.

- No sé. Me pasa que me ha jodido escucharte decir todo eso. Sé que es egoísta por mi parte, que soy una imbécil, ya lo sé, pero pensé que seguías sintiendo algo por mí, como entonces. Pensé que no me habías olvidado, que de alguna forma estábamos conectados, haciendo cada uno su vida pero sabiendo que solo era cuestión de tiempo volvernos a juntar, a estar como antes. Pero no. – Volvió a fumar. Siguió huyendo de mis ojos – Me has incluido en toda esa mierda apática que te rodea. Me he convertido en una más, en algo intranscendente como todo lo demás. En un recuerdo. Ya no valgo nada para ti.

Eso me dolió, pero no iba a caer en la trampa de regalarle el oído, no tenía ninguna intención de consolarla, de decirle lo que quería oír y punto, nunca he sido de esos.

- Tú eso no lo sabes. – dije serio - El tiempo desgasta mucho las cosas. – Hice un silencio largo; también yo necesito encontrar las palabras. – La verdad es que los recuerdos de aquella época es de las pocas cosas que realmente aprecio: recordar todo aquello y entristecerme hace que me sienta vivo. Eso es mucho.

Esperaba que fuese suficiente con la verdad, pero no. Tenía el orgullo herido, pero yo no iba a ir más allá.. En el fondo tenía un rencor inconsciente: no terminé de perdonarle que se fuera, y ahora que venía quería que se notase. Qué idiota. Cambié de estrategia.

- Además – continué – a ti te ha pasado lo mismo conmigo. He pasado a ser un recuerdo. Tú has tenido otras relaciones.
- Ninguna ha funcionado
- ¿Y eso qué tiene que ver?

Ahora si me miró fijamente.

- Tiene todo que ver

Desconcertado otra vez.

- ¿Qué quieres decir?
- Nada.

Otra vez lo mismo de antes. Había que esperar el complemento, saldría solo. Machacó el segundo cigarro contra el fondo del cenicero haciéndolo girar con rabia. Cuando lo soltó, estaba doblado en un ángulo recto y tuvo aun un par de espasmos que lo enderezaron un poco, pero finalmente se quedó quieto, muerto como el anterior. Continuó.

- Quiero decir que me acordaba constantemente de ti. Que desde que me fui no he podido estar con nadie sin preguntarme si no sería más feliz a tu lado. – Hizo una pausa. Tenía muchas cosas que decirme, pero algo dentro le decían que no debía. Justo en ese momento estaba luchando consigo misma. Yo no moví un músculo, pensaba que si no me movía no me haría tan evidente y aquello que tuviese que decir parecería más un monólogo y sería más fácil. Al final continuó. - Todas las relaciones que he tenido han nacido muertas. Estabas en todas. Recuerdo la noche que perdí la virginidad. Fue más o menos un mes después de llegar a Zaragoza. Estábamos bebiendo en un parque, yo bebí muchísimo. Te echaba de menos con todas mis fuerzas. La verdad es que no me costó hacer amigas allí. Me hice muy amiga de una chica de mi clase que se llamaba Marina, aquella noche yo iba a dormir en su casa. Pasaba muchas tardes allí, estudiando y hablando de tonterías. Tenía un hermano dos años mayor que nosotras, un tío muy delgadito, guapo, a mi gustaba un poco. Se llamaba Sergio. Aquella noche salimos con él y sus amigos y… bueno, yo me fui a hacer pis y cuando volvía me encontré con él. Estaba muy borracha y él se aprovechó. Me dijo un montón de mentiras, empezó a besarme por el cuello, me tocó… - cogió aire y clavó la mirada en la mesa – me… me metió la mano por dentro de las bragas y empezó a tocarme, a meterme el dedo y… Yo… bueno, me excité mucho y me enrollé con él. Luego me llevó a su casa, a su cuarto, me desnudó e hicimos el amor. Me dolió. Él estaba muy borracho también. Justo cuando empezó a dejar de dolerme y empecé a disfrutar, él se corrió, se quitó el condón, bebió agua, me dio un beso, me preguntó si me había gustado y, sin escuchar la respuesta, se quedó dormido. Yo no sabía que hacer. Por suerte tenían una casa muy grande, y él un baño en la habitación, así que me lavé un poco, me mojé la nuca para despejarme, terminé de vestirme y me fui a mi casa. Eran casi las 5 de la mañana y pasé mucho miedo y mucho frío volviendo. Además aun me dolía por dentro. Solo deseaba tenerte cerca, que estuvieses conmigo, que me abrazases, que me dijeses que ibas a estar siempre. El día siguiente me lo pasé entero llorando. Mis padres no entendían nada, no quise explicárselo. Odié con todas mis fuerzas a mi padre y su puto trabajo que me habían alejado de ti. Lo pasé mal. No te dije nada por que no quería que supieses que estaba tan triste, tan enamorada. Quería que pensases que era una chica fuerte, que estar lejos de ti me apenaba, pero que no me había destruido por completo. Lo pasé muy mal. – Lo dijo tranquila, como si me hubiese perdonado, como si fuese algo completamente del pasado que le había sucedido a alguien que no era ella, pero no conseguí evitar sentirme culpable de todo aquello. Ella suspiró – Luego… - ahora era ella la que pensaba que quizás no tendría que haber dicho todo aquello – luego decidí que tenía que olvidarte. Pasé mucha vergüenza por lo de Sergio, todo el mundo se enteró y Marina dejó de hablarme. La perdí en el peor momento, cuando más me hacía falta. Luego hablamos y aclaramos todo, pero nunca volvimos a recuperar la relación del principio. Sergio se olvidó de mí. Tenía novia cuando pasó aquello y le costé un problema. Incluso también él se enfadó conmigo cuando su novia le dejó. Volvieron a los dos o tres meses después de que aquel gilipollas se humillará y le pidiera clemencia. Estoy segura de que ellos tampoco recuperaron la relación que tenían antes, aunque eso es algo de lo que no estoy orgullosa.

Yo permanecí en silencio. Ella ya había empezado a escarbar en sus recuerdos y no le era fácil parar, aunque quisiera, su cabeza ya estaba dándole vueltas a todo aquello y hubiera sido imposible, inútil, cambiar de tema. Continuó.

- Los primeros meses fueron los peores. Luego, a fuerza de no verte, dejaste de estar tan presente. Empecé a dejar de pensar todos los días en ti. A lo mejor me acordaba de ti una vez por semana. Cuando me escribías todo se complicaba. Por una parte lo estaba deseando y por otra sabía que un mínimo contacto por tu parte suponía dos o tres días pensando en ti. Todo esto también fue atenuándose y me acostumbré a tenerte lejos. Aquel verano que quedamos fue maravilloso. Al año siguiente yo iba a empezar la universidad y tenía un montón de ganas de hacer de todo. Verte fue un alivio. Joder… - ahora sonrió y me miró – tío, estabas igualito, con esa mirada – se le borró la sonrisa – como ahora, supongo. En fin, en primero conocí a un chico y empecé a salir con él. Estábamos muy bien, pero no me había olvidado de ti, y ya habían pasado cuatro años. Es increíble. Temí estar idealizándote, pero aunque estuviese haciéndolo no había forma de evitarlo. Aquella relación se acabó sola, se calló como se caen las hojas de los árboles, sin que fuese una tragedia para nadie. Aun somos buenos amigos, vivimos muchas cosas bonitas juntos. Se llamaba Carlos. Procuré no hablarte mucho de él, lo hacía inconscientemente. Supongo que queria que pensases que seguía siendo toda para ti. No quería hablar de eso contigo por que tenía miedo de enfrentarme a la realidad: que tú no habías desaparecido, sólo estabas lejos. No pensar en ello era lo más inteligente. Desde Carlos no ha habido nada. Cuando supe que volvíamos a Madrid me alegré muchísimo. La casa de aquí la alquilamos a unos… bueno, tú ya sabes a quienes mucho mejor que yo, han sido tus vecinos todo este tiempo. El contrato se terminaba el mismo año que jubilaban a mi padre, y a mi madre lo mismo le da ser profesora aquí que allá. A ellos siempre les gustó más Madrid, son muy urbanitas. Me preguntaron si quería volver, eso fue un detalle por su parte – no pudo evitar la ironía -. Yo les dije que sí, que claro que quería volver, que terminaría la carrera en Madrid encantada. Eso fue hace unos 3 meses ¿Sabes? Aun no he entrado en casa. Mis padres deben de estar allí ahora, comprobando que todo está bien, abriendo las ventanas, despidiéndose de los inquilinos. Por lo visto han tenido suerte y han encontrado un piso relativamente cerca. Es más pequeño que mi casa, pero supongo que también más barato. No van a tener que cambiar al niño de colegio no nada. Yo no he querido entrar todavía. En realidad solo quería verte y hablar contigo y… bueno, que dijeses todo aquello, que todas las personas, incluida yo, te producían la misma apatía… Me ha dolido. ¿Lo comprendes?

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