martes, 19 de diciembre de 2006

Competir con el croissant.

Por fin lo he conseguido. Y estoy satisfecho. Hoy es mi primer dia libre desde hace unos diez. Escribir un reportaje es así de absorbente. Ahora lo miro todo desde lejos y me parece que todo eso no lo he hecho yo mismo. Tenía decenas, centenares de folios de ducumentación, conseguí las entrevistas adecuadas, las declaraciones que necesitaba, las fotografías que ilustrarían el texto, acordes con él. Un trabajo duro. La noche anterior a la entrega, la del Jueves, fue muy dura; ajustando las palabras, repasando la adjetivación, la esturcturación general, la forma de cortar los párrafos, la distribución de las citas, la dosificación de las imágenes más potentes, la forma esconder los datos en el cuento, en el relato que debería competir con los croissants.
Había conseguido un final que cerraba el texto como un círculo, una bofetada literaria que te devolvía al principio dejándote una agradable sensación de plenitud. El titular era como un anzuelo de tinta: "El sueño de estar muerto". Quizás el enésimo reportaje sobre eutanasia. Dificil darle otro enfoque que no sea el de la contraposición entre el derecho a morir dignamente de quienes lo reclaman, y el problema moral que plantea legalmente el matar a alguien que podría permanecer con vida. A pesar de todo, creo que es un buen trabajo. Lo publican hoy. Ya está en la calle.

Lo tengo delante de mi, a dos páginas, fotos a color. Es sábado y estoy en una cafeteria espiando a los lectores. Los inquilinos de las cafeterias los sábados por la mañana beben de otra forma, fuman de otra manera, con otro gesto. Están más tranquilos, saborean el humo y el sabor tostado del café, se lo pasan por las encias, vuelcan enteras las bolsitas de azucar, piden la leche caliente y dejan que se temple sola. El hombre de la mesa de la izquierda ha empezado a leer el periódico por detrás. Leé la contraportada entera. Luego lo abre por las páginas de opínión y mira quién firma los artículos, pero no parece interesarle ninguno y retrocede hasta internacional. Se detiene en una noticia sobre México y lee la entradilla de otra sobre Rusia. Luego pasa las páginas desordenadamente, como perdido. Tenía un plan, un orden establecido, pero sólamente llegaba hasta ahi: contra portada, opinión, internacional. Al pasar de nuevo por opinión, lee el chiste, sonrie, pero no demasiado, más que gracioso le ha parecido inteligente. Mi reportaje aparece poco despúes. "EL SUEÑO DE ESTAR MUERTO". Ojea las fotografías, lee los pies de foto, vuelve a mierarlas. Clava los ojos en los globos ocularares inexpresivos de un hombre tetraplégico al que le pasa un tubo por la nariz. Ve la muerte. Se asusta. Devora con los ojos las arrugas en calma de la frente del hombre, profundas como grietas sin fondo. Casí puede notar el aliento de la desesperación.

Pasa página, termina el café, y muerde el croissant.